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El héroe de Fuentealbilla


Un día 11 de julio de 2010, Johannesburgo, Sudáfrica, estadio Soccer City, ante 84.490 espectadores, un sencillo volante proveniente de Castilla de la Mancha le daba a España el mayor éxito deportivo de su historia.

Andrés Iniesta Luján, nació en Fuentealbilla, un pueblillo de la provincia de Albacete, España, con fecha 11 de mayo de 1984. Un día antes, el Tribunal Supremo Español condenaba a Rafael Escobedo por el crimen de los marqueses de Urquijo. Fue un caso policial que paralizó el país por la sangre fría con la que fueron asesinados María Lourdes y su pareja. 

Para aquel entonces, Felipe González, líder del PSOE, era el mandatario de la nación. El sevillano estuvo trece años en el poder y se convirtió en una de las figuras políticas europeas de mayor renombre. Fue el artífice de la modernización del estado español, donde le tocó lidiar en todo el proceso de transición de la dictadura franquista a la democracia multipartidista. 

Como candidato de izquierda fue un muy buen gobernante de derecha, sus antiguos camaradas critican que cambió a los obreros por los empresarios, mientras se hacía mejor amigo del rey Juan Carlos. Los escándalos de corrupción durante su periodo presidencial eran como los derbi del Barcelona con el Real Madrid: habían dos al año, por lo menos.

Un mes y medio después de la llegada del niño Andrés a la vida, España caía en la final de la Eurocopa ante Francia por 2-0. Michel Platini mandaba a tomar por culo a ese equipo de Arconada, Camacho y Santillana, que era dirigido por Miguel Muñoz. Lo que nadie era capaz de prever en la época, es que mientras acumulaban frustraciones en lo futbolístico, los futuros héroes estaban siendo concebidos a lo largo y ancho del país.

Iniesta es de Fuentealbilla, ubicado en la región de la Mancha, que es conocida por un genio incomprendido llamado Quijote, que si bien es un personaje ficticio creado por el autor Miguel de Cervantes, dejó una lección importante acerca del idealismo y de los sueños. Con esa herencia creció Andrés, quien de pequeño tenía anhelos, uno de ellos era levantar la Copa del Mundo.

José Antonio Iniesta y María Luján pertenecían a la clase trabajadora. Se esmeraban en darle lo mejor a sus dos hijos, que nada les faltará y que tuvieran la posibilidad de ser mejores que ellos. Para eso había que currar, día y noche si era necesario, para que el niño tuviera el balón de fútbol y la niña el último cassette de Mecano. 

Cada fin de semana, el pequeño Andrés esperaba con ansias la fecha liguera para ver a su equipo favorito, que no era otro que el Barça de Johann Cruyff. Flipaba con Guardiola y Laudrup, les seguía cada movimiento y como si fuera una lección de la escuela, tomaba nota de lo que ellos hacían. 

Presionó a su padre para que lo llevara a probarse al equipo más grande de la provincia y quedó. El Albacete lo cobijaría durante su infancia, inculcándole conceptos futbolísticos a uno que los absorbería como una esponja. 

Fue por ese tiempo que con su grupo de amigos del club manchego acudió a disputar un torneo nacional, que reunía al equipo de alevines de las veintidós mejores canteras de España. Como era de esperar la rompió toda y llamó la atención de los captadores del Barcelona, que embobados con este mediocampista movieron cielo, mar y tierra para contratarlo.

Con doce años recién cumplidos, se mudó a Cataluña. Fue una etapa muy dura, porque echaba de menos a su mamá. Estuvo a punto de claudicar más de una vez. “Que si no estás a gusto te voy a buscar. Entras a la escuela y una vez que egreses, te vienes a currar conmigo. Pero hijo, ¿es eso lo que quieres?”, le decía José Antonio. 

Perseveró y al cabo de un tiempo se acostumbró a la vida en Barcelona. Jugar en la mejor cantera de futbolistas de todo el país era un lujo. La Masía, que por aquel entonces ya había sido influenciada por la mano de Cruyff, era una academia de excelencia. 

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Su nivel lo llevó a competir en todas las series menores de España y a consolidarse en los equipos de las diferentes categorías de los mini Barça. Eso hizo que con 17 años, el bigotón Lorenzo Serra Ferrer lo llamara para entrenar con el primer equipo. Su debut eso sí tendría que esperar. Para el 2002, Lucho Van Gaal asumía la conducción técnica en un segundo periodo. El neerlandés vio condiciones en él y lo hizo debutar en Liga y Champions League. 

El chaval perdía la inocencia y comenzaba a aprender de los mejores. Ya formaban parte de la plantilla otros canteranos, como Carles Puyol y Xavi Hernández, a quienes tomó como referencia para seguir creciendo. Junto a él, en la generación inmediatamente siguiente acababa de llegar un pibe argentino bastante talentoso, llamado Lionel Messi. Con todos ellos construiría la mejor versión del club catalán en toda su historia.

Con Rijkaard su presencia en cancha aumentó considerablemente, así como también los primeros títulos de Liga, Copa del Rey y Liga de Campeones. La segunda orejona caía en manos catalanas de la mano de un artista brasilero y un fusilero camerunés. Con solo 22 años recién cumplidos, el genio manchego conquistaba la gloria. 

Tras el título continental a nivel de clubes, Andrés conseguía hacer realidad otro sueño, ya que Lucho Aragonés lo incluía dentro de los veintitrés gladiadores que vestirían la camiseta de España en el Mundial del 2006. Ante Arabia Saudita en la ciudad de Kaiserlautern, jugaría sus primeros noventa minutos en una cita planetaria. 

En el verano de 2008 asumió la banca del club catalán uno de la casa. Pep Guardiola, que era el técnico del Barcelona B, tomaba las riendas del primer equipo. El histórico contención, al igual que Iniesta, era producto de La Masía, y ademas fue su ídolo en la infancia, por lo que se sentía doblemente comprometido con el nuevo proyecto. 

El tipo había sido dirigido por Cruyff, que fue el verdadero revolucionador de la manera de concebir el fútbol en el club blaugrana. El ideólogo, el que se dio la molestia de pensar e inculcar un mensaje trasgresor en la forma de jugar que existía en el Barcelona en aquel entonces. El creador de lo que se llamó posteriormente el "ADN Barca".

Guardiola fue la versión evolucionada de ese ácido desoxirribonucleico con sello catalán. Y su forma de expresar eso en la cancha tendría tres intérpretes principales, todos provenientes de La Masía, que fueron Xavi, Messi e Iniesta. Para todo aficionado que tuvo el placer de verlos, solo queda dar gracias a la vida. 

La primera temporada de Pep fue mágica. Ganaron la Liga con el aliciente de golear por 6-2 al Real Madrid en el Santiago Bernabeú, que es la derrota más abultada que hayan sufrido los merengues en el derbi jugando de locales. También triunfaron en la Copa del Rey, donde vencieron en la final al Athletic de Bilbao por 4-1, en otra notable actuación del equipo culé. Y en la Champions no podían ser menos.

La última campaña de Rijkaard no fue la mejor. Quedaron en tercer lugar detrás del Villarreal y del Real, que fue el campeón. Eso los forzó a competir en la fase previa de la Liga de Campeones para clasificar a los grupos. Ahí encontraron al Wisla Cracovia, uno de los grandes de Polonia, al cual dejaron fuera por un marcador global de 4-1.

El Barça quedaría encuadrado con el Shakhtar Donetsk, Sporting Lisboa y Basilea. Como era de suponer, lideró aquella etapa con tranquilidad, finalizando al tope de la tabla y con la particularidad de que derrotó a domicilio a sus tres rivales, mientras que en campo propio solo logró batir a los portugueses.

En octavos de final apareció el súper campeón francés de la época que era el Olympique Lyon. Atajaba Lloris, en la defensa estaba Cris y el campeón mundial Fabio Grosso, al medio Toulalan, arriba Karim Benzema, pero sin lugar a dudas esa versión del equipo galo será recordada por la obra de Juninho Pernambucano, uno de los mejores pateadores de tiros libres de la historia.

La ida en el sureste francés terminó igualada a un gol, en un partido donde el marcador pudo haber sido más abultado para cualquiera de las escuadras en competencia. Por su parte, en la vuelta el Barcelona fue una avalancha y goleó por 5-2. Solo 25 minutos duró la resistencia del golero Hugo, la que fue vulnerada por Henry y que dio inicio a la fiesta que los llevaría a cuartos de final.

Luego, en el camino a la gloria, se cruzó el poderoso de Múnich con Klinsmann en la cabina técnica. Aquella versión del equipo bávaro no será de las más recordadas, sin embargo, contaba con una buena base de héroes del Mundial 2006. A los seleccionados alemanes Lahm, Schweinsteiger y Podolski, se sumaba Ze Roberto, el genio Franck Ribery y el goleador Luca Toni. 

Esa exhibición de jugadores con una trayectoria respetable les importó un bledo a los catalanes. En el partido de ida, una nueva vulneración de derechos fundamentales habría de cometer la tropa blaugrana. Tan solo 45 minutos se demoró el tridente conformado por Messi, Eto'o y Henry en destruir las pretensiones germanas. 4-0 acabó el primer lapso e hizo que el resto de la eliminatoria fuera simplemente anecdótica. La vuelta finalizó igualada a un tanto, permitiendo el pase a las semis.

La ronda de los cuatro mejores lo enfrentaría al Chelsea inglés. El finalista de la versión pasada venía recargado. Tenían un equipazo, con deportistas de primera línea en todos los sectores del terreno. Cech al arco, Terry y Ashley Cole en retaguardia, un mediocampo pornográfico con Lampard, Essien y Ballack, para dejar arriba a dos virtuosos como Drogba y Anelka. Todo eso de la mano del exitoso adiestrador holandés Guus Hiddink. 

Como era de esperar, en la ida el Barcelona fue una tromba, pero el Chelsea fue mejor defensivamente. Estableció un cerrojo que impidió a los catalanes pisar el área británica y cuando lo lograron la posibilidad de ensayar un remate se hizo muy complicada. Igualados sin goles, debían definir todo en la capital inglesa.

En un partido que será recordado por anotaciones bellas, calidad certificada de los veintidós guerreros y sobretodo por errores arbitrales, el conjunto dirigido por Pep logró el pase a la gran final. En esa titánica tarea el rol que cumpliría Iniesta sería crucial. 

Comenzó ganando el Chelsea con una volea impresionante de fuera del área del morocho Michael Essien. A diferencia de los demás rivales que tuvo el Barça en esa edición copera, los de Londres supieron cómo enfrentarlos, exhibiendo un perfecto equilibrio entre orden defensivo y volumen ofensivo. La imposibilidad de los blaugranas de superar al checo Cech era evidente, solo un milagro los podría salvar... y la ceguera de un juez que no le cobró al menos tres penales claros al rival.  

Y así se llega al minuto 93. Quemando los últimos cartuchos se encontraban los representantes de los sueños catalanes, cuando Eto'o combina con Messi, éste al ver que la posibilidad de remate era nula, toca el balón con Iniesta, quien empalma un derechazo de primera y la clava en el ángulo de la valla defendida por el arquero del casco negro. Esa conversión como visitante les daba el famoso ticket to ride hacia la final.

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La definición se disputó en el Olímpico de Roma y el rival fue el Manchester United. Fue la primera vez que se enfrentaban cara a cara en el desenlace de una competición los dominadores del fútbol mundial de la última década. Hablo de Messi y de Cristiano Ronaldo, quien había sido el héroe en la semifinal ante el Arsenal, por lo que venía prendido para convertir al elenco del noroeste inglés en bicampeón de la Champions.

El partido reflejó un dominio absoluto del conjunto catalán desde el inicio. A los 10 minutos de juego, el camerunés Eto'o cambió el escenario con una definición de punta que se le coló a Van der Saar por debajo del brazo derecho. Tras una hora de partido, Lionel Messi puso el broche de oro con un cabezazo que le cambió el palo al golero neerlandés. 


Aquella tercera orejona obtenida por los azulgrana tuvo una participación fundamental de Andrés en la mayoría de los juegos. Sin lugar a dudas, ese torneo será recordado por el nivel de coraje que tuvieron los españoles en Stamford Bridge para igualar en el último suspiro con ese derechazo de Iniesta, que los fanáticos siguen recordando con emoción.

La revolución futbolística que había logrado el Barcelona se plasmó nítidamente en la Selección Española. Con una base formada por jugadores del club blaugrana y del Real Madrid, la Roja había ganado la Eurocopa de 2008 y parecía no tener techo, porque el nivel que exhibía iba en continuo ascenso. El esquema del Tiki-Taka impuesto por Luis Aragonés sería continuado por Vicente Del Bosque, un hecho que sería clave de cara al Mundial 2010.

La fase de grupos para clasificar a la cita mundialera fue un trámite para los hispanos. Diez partidos jugados, 30 puntos obtenidos, fue el resultado de esa etapa en la que compartieron con Bosnia, Turquía, Bélgica, Estonia y Armenia. El continente africano los recibía con ansias y esperando que pudieran desplegar su mejor versión en sus cálidas canchas.

Quedaron en el grupo H con Suiza, Chile y Honduras. Los helvéticos comandados por un histórico entrenador como Ottmar Hitzfield serían los primeros contrincantes. En aquel mediocampo del país de los chocolates, destacaban Barnetta e Inler, que eran dos volantes consagrados en el medio europeo. Junto a ellos, estaba Gelson Fernandes, de origen caboverdiano, que sería el héroe en esa jornada, dado que con un gol suyo la tropa española caía derrotada en su debut mundialero. 

El segundo duelo fue ante la Honduras de Reinaldo Rueda. Un esforzado equipo centroamericano que no exhibía la brillantez de los otros conjuntos, ni por nombres ni por juego, por lo que no fue sorpresa que la Furia Roja los derrotara por dos a cero, con anotaciones del Guaje Villa. En el otro partido del grupo, Chile derrotaba a Suiza y se erigía como el rival más fuerte.

Los seleccionados españoles estaban nerviosos. La Roja sudamericana, dirigida por Marcelo Bielsa, jugaba muy bien, tenía un pressing alto y jugadores de gran calidad que ya destacaban en el viejo continente. Fue un duro partido para los dirigidos por el bigotón Del Bosque, que pudieron resolver gracias a la picardía de Villa y a la genialidad de Iniesta. El descuento de Millar, hizo que el gol del genio de Fuentealbilla fuese la clave para acceder a la siguiente ronda. 

En octavos de final apareció la vecina Portugal. Esa escuadra dirigida por Carlos Queiroz, tenía a Cristiano Ronaldo como eje de ataque y un buen contingente defensivo, que contribuía al esquema conservador del técnico luso. Aquella Selecção das Quinas no era la que había llegado semifinales en el Mundial pasado, pero mantenía algunos brillos de esa camada. 

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Esa tarde noche en Ciudad del Cabo, la Roja buscó el desequilibrio desde el pitido inicial. Mientras Villa, Torres, Xavi e Iniesta intentaban con remates desde fuera del área, los portugueses respondían con las pelotas paradas de Cristiano, que se veían favorecidas por los movimientos que tomaba la Jabulani, criticada pelota fabricada por Adidas que se utilizó ese Mundial.

El desequilibrio lo produjo Iniesta, quien promediando la mitad del segundo tiempo, avanzó hacia el área portuguesa, apiló rivales al borde de ésta y le metió un pase filtrado a Villa, quien en un segundo intento logró impulsar la bola dentro del arco. Con esa aparición del Guaje, los españoles se metían en la siguiente fase de la cita planetaria.

Los cuartos de final eran la pesadilla de la Selección Española desde tiempos inmemoriales. Nunca habían podido superar esa etapa y les tocaba con Paraguay. El combinado guaraní dirigido por Gerardo Martino era un plantel luchador, que a base de garra y buen trato de pelota, se habían colado entre los ocho mejores. Destacaban por su dupla de ataque conformada por Haedo Valdéz y Tacuara Cardozo.

Ese juego tuvo un solo héroe que se llama Iker Casillas. Tras un primer lapso friccionado, las emociones vendrían en la segunda parte. A los 57 minutos, Pique le comete penal a Cardozo, en una acción que pareció más un forcejeo para robar un reloj que una jugada propia de un partido. Le tomó el brazo con una alevosía obscena, por lo que el arbitro mandó a que se cobrara pena máxima. Ahí apareció la figura del mejor arquero español de todos los tiempos, para detener el lanzamiento ejecutado por el mismo Tacuara. 

Con cargo de conciencia, el colegiado le concedió un penal inventado a España pocos minutos después. Lanzó Xavi Alonso y convirtió, pero el guatemalteco Batres mandó a repetir la escena por supuesta invasión, que tampoco existió. Tras eso, Justo Villar tuvo su revancha y le contuvo el remate al contención guipuzcoano. No apto para cardíacos, el desenlace favorable a los europeos ocurrió a siete del final. Nuevamente, una jugada abrelatas de Iniesta que dejó dos en el camino, le concedió a Cesc Fábregas la posibilidad de hacerse famoso, pero su impacto dio en el vertical derecho, con la suerte de que el rebote le cayó al sobrino perdido de Pancho Villa, el gran Guaje, que la echó adentro y desató la euforia en huestes hispanas.

En semifinales se topaban con Alemania. Esta era la prueba de fuego. La misma selección que dos años antes habían derrotado en Viena constituía un obstáculo supremo. El conjunto dirigido por el inhalador y excavador de cavidades Joachim Low, era una constelación de estrellas. Partía por Neuer, seguía con Lahm, Boateng, Khedira, Kroos, Ozil y terminaba con Klose. Teniendo al frente a esos tipos, uno saca la bandera blanca para rendirse, porque la probabilidad de acabar derrotado es alta.

"Les ganaremos de nuevo tío", decía un confiado Carles Puyol antes del duelo. Siempre cauto, el Tarzán español arengaba a sus compañeros para que salieran a revertir la historia que decía que los alemanes ganaban siempre. Un siempre despistado Ramos preguntaba previo al partido "¿A estos chavales cómo les ha ido? ¿A quién le han ganado y tal?", a lo que el siempre sabio bigotón Del Bosque le respondió "Nada especial. Le han hecho cuatro a Inglaterra en octavos y cuatro a Argentina en cuartos". 

Al igual que en los duelos anteriores, la propuesta de la Roja fue tener el balón, generar las mayores oportunidades, abordar permanentemente el área alemana y a consecuencia de eso lograr la diferencia necesaria para quedarse con un resultado positivo. Tras grandes contenciones de ambos porteros ante arremetidas que buscaban vulnerar sus guaridas, llegó el esperado minuto 73 de partido, donde Xavi envía un teledirigido al punto penal, que encontró al corazón valiente de Cataluña Carles Puyol, quien con un cabezazo desequilibró el juego en favor de los conquistadores de América para dar el pase a la gran final.

El encuentro decisivo sería ante Holanda. Johannesburgo se vestía de gala para recibir a los dos mejores equipos de ese Mundial. Sin lugar a dudas, fue una final justa, porque tulipanes e hispanos habían tenido actuaciones memorables. La más recordada de la tropa dirigida por van Marwijk había sido en cuartos de final, donde dejaron fuera a Brasil. A diferencia de España que era más juego colectivo, los naranjos basaban su éxito en lo que pudiesen hacer los cuatro fantásticos Robben, Sneijder, Kuyt y Van Persie. 

Previo al duelo, los fanáticos en toda la península ibérica apostaban sobre quién haría el gol del título. Muchos decían Villa por lo que venía haciendo esa Copa, otros se la jugaban con Torres que ya lo había logrado en la Euro pasada, y así se nombraban múltiples alternativas. Nadie creía que la llave del éxito saldría de los pies de Iniesta. Eso se explicaba porque Andrés tenía la fama de armador, él construiría la jugada del gol, él daría el último pase, pero no era el anotador.

Para esa noche, el cerebrito de Fuentealbilla tenía otros planes. Pero para eso, tuvieron que pasar 116 minutos, donde la más clara la tuvo Holanda. Tras los noventa reglamentarios, en que ambos conjuntos adoptaron muchos resguardos defensivos, se llegaría a una prórroga que tendría por objeto otorgar treinta adicionales a los veintidós gladiadores para dirimir al ganador. En eso estuvo Robben, quien recibió un balón en ventaja, corrió como una gacela y enfrentó a Casillas, quien milagrosamente desvió con su pierna derecha lo que era el gol del título para la Oranje.

A falta de cuatro minutos para ir a penales, Jesús Navas toma el balón y se manda un carrerón de treinta metros, combina con Iniesta, quien de taco la pasa a Cesc, éste a Navas nuevamente, el sevillano ve a Torres escorado a la izquierda, el niño lo mira al de Fuentealbilla que acompañaba la jugada y se desmarcaba en el área, le envía el balón, pero se cruza Van der Vaart quien despeja de manera displicente, quedándole la esférica a Fábregas, que lo ve solo a Andrés y éste tras controlar golpea la bola con su pierna derecha violentamente, dejando sin opción a Stekelenburg.


¡GOOOOOL DE ESPAÑA! ¡GOOOOOL DE INIESTA!. El manchego definía la Copa del Mundo para España y desataba la algarabía desde Bilbao hasta Sevilla, pasando por las Islas Canarias y Baleares. Una vez que anotó, aprovechó de enviarle un mensaje al mundo "Dani Jarque Siempre con Nosotros". 

El bueno de Jarque había fallecido un año antes en Italia producto de una falla sistémica. Identificado con el Espanyol, rival clásico del Barcelona, el de Fuentalbilla lo adoraba. Lo consideraba uno de sus hermanos en el mundo del fútbol y su línea de vida, injustamente, acababa a temprana edad. Si ya el gol lo convertía en héroe, recordar a un viejo amigo que jugaba en el equipo contrario de la ciudad, lo transformaba en una leyenda.  

"Es difícil escuchar el silencio, pero esa vez escuché el silencio y sabía que ese balón iba adentro", confesaba Iniesta en una entrevista tiempo después. 

Castilla de La Mancha ha sido la cuna de reyes, conquistadores, dirigentes, artistas y deportistas que han quedado en la historia. Sin embargo, cuando se habla de los manchegos en España, la sonrisa de los ciudadanos brota espontáneamente, porque dicha región desde el año 2010 lleva a pensar en una sola persona: Andrés Iniesta y su proeza del once siete.

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